Submarina: el mundo submarino que concientiza a quien lo explora. Arte político en constante mutación.

SUBMARINA es una fantasía tras un portal, un lugar poblado por criaturas hechas reutilizando materiales de desecho, basadas en el exótico paisaje del fondo del mar y cargadas de una energía comunitaria que busca animar la participación del poder de la imaginación en la vida diaria como rayo y la conciencia sobre nuestras responsabilidades como consumidores y al impacto de nuestros desechos.”

Submarina es uno de los proyectos con colaboración externa más intuitivos del colombiano Miguel Jara, quien lleva 8 años viviendo en nuestro país.

 

La aventura comienza con una beca de la Secretaría de Relaciones Exteriores que el artista gana en 2015. El proyecto que se presentó, tenía mucho que ver con la idea de arte participativo.

El arte participativo se hace desde un enfoque en el que en el que la comunidad participa directamente en el proceso creativo, lo que les permite convertirse en coautores, editores y observadores del trabajo. Por lo tanto, este tipo de arte está incompleto sin la interacción física del espectador. Su intención es desafiar la forma dominante de hacer arte en Occidente, en la que una pequeña clase de artistas profesionales hacen el arte mientras el público asume el papel de observador pasivo o consumidor, es decir, comprando el trabajo de los profesionales en el mercado.

Una vez la propuesta fue aceptada y, a pesar de que el proyecto fue planteado en un principio para la Ciudad de México y orientado a inmigrantes orientales, el primer espacio que al artista se le cedió de manera totalmente altruista para desarrollarlo, en una hacienda del S. XVII, en San Miguel de Allende. Un lugar con muros de 6 a 8 metros, plagado de maleza. La primera visión que Miguel tuvo del lugar, fue verlo en la noche, iluminado de azul.

 

Justo, en los alrededores y por ser zona altamente turística, se encuentran muchos inmigrantes orientales, lo que facilitaba el poder continuar con la idea inicial del proyecto, en esos términos. La idea consistía en encontrar un grupo de personas que, juntxs, decidieran qué mundo crear y qué experiencia ofrecer(se). Estas personas tenían que, definitivamente, presentar interés por las artes (aunque no necesariamente experiencia previa) y Miguel, sin dudas, les ayudaría en con el tema de producción, asesoramiento y desarrollo del proyecto.

Un mes después de conocer el espacio, no se facilitaba el encontrar a participantes asiáticos, por lo que Miguel Jara comenzó el proyecto, en sus principios, sin participantes, e inspirado por aquella imagen de esa casa azul, decidió optar por la creación de un mundo marino. También comenzó, sin perseguir el ser un proyecto de educación ambiental como tal, una oportunidad para crear un mundo alternativo a través de las artes, y que tuviera un carácter accesible y hospitalario, incluyendo no sólo a las personas muy cercanas a las artes, sino también a personas interesadas pero que quizás nunca habían tenido la oportunidad de estar en contacto con ellas.

 

El proyecto iniciaba con muy poco presupuesto y un área muy grande para ocuparse (unos 600 metros). Debido a la trayectoria del artista, a quien la vida le había llevado a reciclar materiales en numerosas ocasiones, Sumarina plantea crear arte a partir de materiales reciclados, en este caso, basura. La basura es muy barata o gratis, y a partir de ella se puede esculpir. Tras una profunda investigación sobre las maneras de transformar la basura en arte (distintos prototipos y diseños), y gracias a las conexiones que el artista hace desde su llegada a San Miguel, Submarina comienza a tomar forma, y de manera orgánica, llegan personas muy cualificadas en diferentes áreas, para compartir este gran aprendizaje que acababa de comenzar.

Cuando uno entra en Submarina encuentra un mundo de peces, corales, pulpos gigantes, medusas mágicas… uno no puede creer que todos estos seres proceden de la basura. A base de popotes y vasos, botellas y bolsas de plástico, entre otros muchísimos deshechos, Submarina es un espectáculo que no sólo nos hace disfrutar del derroche creativo y la belleza incorporada por sus “fabricantes” sino que nos hace pensar, con cada pequeño elemento, por mínimo que sea, en la fatídica actuación del ser humano sobre el planeta.

De ahí, la instalación se fue de tour, pasando por San Pancho en Nayarit y donde estuvo en Entre Amigos en el marco del festival Sinergiarte de Colectivo San Pancho. Luego se fue a Puerto Vallarta y estuvo en la Galería ArtVallarta. Y luego en San Blas en la Casa de la Cultura, como parte de un proyecto que se llama Metamorfosis Marina.

A la Ciudad de México llega invitada por la Fundación Pasos. Esto es realmente importante en la historia del proyecto porque, por primera vez, se comienza a ejecutar un sistema de visitas guiadas, por lo que empiezan a llegar escuelas vecinas, grupos de 20 a 30 niñxs, donde el objetivo es complementar la instalación con este poder de impacto que tiene por sí misma, ya que para muchos niñxs el entrar en un mundo hecho “de basura” les impresionaba mucho, además de sorprenderles y conmoverles.

 

 

Más adelante se crea un diálogo con diferentes edades también, distintos perfiles, y después de eso se plantea llevarla a un nuevo espacio, algo más pequeño, pero también más céntrico, llamado Casa Manu, un espacio cultural donde el activismo es uno de los motores principales, además de ser una escuela alternativa para niñxs donde también se les concientiza sobre el comportamiento, el uso de productos farmacéuticos, procesos industriales, consumo de diferentes alimentos…

De Casa Manu, se fue a un Centro Cultural en Xochimilco (Tepalcatlalpan) donde el montaje se realizó dentro de la galería de arte. En esta ocasión, las visitas guiadas mejoraron notablemente, ya que el Centro insistió en que éstas no sólo fueran visitas que buscaban el impacto medio ambiental (que, por supuesto también), pero que ayudaran a que lxs miembrxs de la comunidad se vincularan más entre ellxs y, a su vez, con el centro cultural. Así se tejieron redes con escuelas contiguas, y al menos unas 1000 personas fueron a visitar Submarina.

Este pasado Febrero, una agencia de publicidad se enteró del proyecto y propusieron a Miguel Jara, utilizar a Submarina para el stand de una marca deportiva que estaba trabajando en Acapulco, y que ya estaba relacionada con la idea de la reutilización del plástico.

Sumado a esto, Submarina encuentra un museo donde llevar la instalación después de este trabajo y aprovechar para dejarla en un lugar más grande, donde justo hablaría muchísimo a su gente, ya que Acapulco tiene mar y sufre de mucha contaminación plástica. Es un ambiente muy propicio para comunicar un mensaje para motivar a un cambio en el comportamiento.

Además, en Acapulco, parte de la gestión del proyecto, ha consistido en conectar con todos esos grupos colectivos socio medioambientales independientes (aquí la lista de dichas asociaciones) que trabajan con causas relacionadas a las cuales hicieron a Submarina arrancar y moverse por todos estos lugares, y se les ofreció una semana de uso del espacio (donde estaba Submarina) para que se creara un programa retroalimentativo de activaciones, y pudieran tener uso del espacio para talleres, pláticas.. etc.

Este proyecto es el perfecto ejemplo de arte comunitario. El último lugar en que se ha expuesto ha sido el Museo de las 7 Regiones en Acapulco, y parece que se va a mover por muchos estados dentro de poco, así que estén pendientes a las noticias de Submarina Mx y no dejen pasar la oportunidad de entrar en este mundo submarino, mágico, que tanto nos está enseñando a todxs quienes tenemos la suerte de adentrarnos en sus profundidades.

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