Santa Cruz del Islote

En esta singular isla caribeña no hay ni playas, ni arena, ni palmeras, ni cocos. Tampoco hay mosquitos, los cuales sí están presentes en sus vecinas islas, Múcura y Tintipán.

A 75 km de Cartagena de Indias, la usencia de insectos y plagas fue una de las razones por las que, hace más de 200 años, se instalaron sus primeros habitantes en esta isla de una hectárea de extensión, llamada Santa Cruz del Islote.

El pueblo de El Islote es más grande que su propia isla, por lo que las nuevas construcciones se están realizando hacia arriba. A primera vista, parecería un infierno para muchxs: un lugar donde no hay ni agua ni alcantarillado, que está lleno de niños que corretean y gritan a todas horas, y donde se calculan unas 10 personas por casa.

Pero, por el contrario, la mayoría de sus habitantes comparten lo orgullosxs que están de vivir en un lugar tan pacífico como éste, donde ni si quiera hace falta policía, porque cualquier problema se resuelve sin acritud ni violencia.

Hay muchas opiniones sobre el número de habitantes de El Islote. Hay quienes dicen que son unas 700 personas las que viven en Santa Cruz y quienes aseguran que hay más de 1200. Como sea, los locales de la isla desmienten ese segundo altísimo número y aseguran que es parte de un marketing comercial que pretende atraer turismo a la isla, idea que no a todxs lxs lugareñxs agrada.

 

También están las teorías de que esta cifra se obtuvo de un erróneo censo llevado a cabo durante las fiestas del Carmen o en Navidad, donde la población de la isla se triplica porque se llena de amigxs y familiares. Otros opinan, que se cuentan los bebes nacidos pero no las personas muertas, ya que los cuerpos se llevan a la isla de enfrente por falta de espacio en Santa Cruz.

Nos confesaba uno de los habitantes de El Islote, que no se cree que su isla sea la más poblada del mundo, aunque sin lugar a dudas, sí es una isla que le ha robado terreno al mar (se calcula que un 55%). Durante años, los lugareños han rellenado el suelo de la isla a base de ingenio y, además de esto, se han dedicado a la pesca y al turismo.

La no necesidad de carros ni grandes lujos, hace que la gente viva de manera sencilla, lo cual parece también hacerles muy felices. Ahora tienen electricidad gracias a las placas solares instaladas en los tejados de las casas pero antes sólo tenían electricidad 4 horas al día, de 6.30 am a 11.30 am, y con un generador de gasolina que conllevaba que los recibos de luz fueran más altos que los de una familia en Bogotá. Se pretende, en un futuro no muy lejano, adaptar una planta desalinizadora.

El Islote no tiene un hospital pero, hace unos años, el gobierno de Cartagena les ayudó a abrir una clínica y aunque pocas personas en la isla se enferman, ayuda bastante a atender los nacimientos, que sí hay muchísimos. Dicen que el alto número de partos es porque no hay mucho que hacer y por lo afrodisíaco del marisco.

Lo que sí tiene El Islote es una escuela, la cual llega hasta noveno curso. Por ello,  muchxs de lxs niñxs de la isla, han sido becadxs por organizaciones, institutos y gobiernos, para que sigan estudiando en universidades del país y extranjeras.

 

Y, bueno, la felicidad inunda la isla pero, por desgracia, la basura también lo hace. Este común denominador en las islas del Caribe Colombiano es un tema muy preocupante, sobre todo en islas como Santa Cruz, porque están en medio del Parque Natural Corales del Rosario y San Bernardo y se teme que su presencia se esté traduciendo en terrible impacto para el ecosistema y se dañe la reserva coralina.

Hasta tal punto ha llegado la preocupación, que algunas instituciones se han planteado mover a lxs isleñxs hasta Cartagena, pero de este tema lxs locales no quieren ni hablar, ya que muchxs de ellxs no creen poder vivir en una ciudad ni saben a qué se dedicarían en ella, porque sus profesiones están basadas en actividades relacionadas directamente con el mar.

Como sea, y a pesar de las contradicciones que se puedan señalar, para Álgido fue un placer conocer El Islote. Como todos los lugares del mundo tiene cosas buenas y cosas malas pero es, definitivamente, un ejemplo de convivencia y de ingenio.

 

 

 

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