Capítulo 1: Me quiero comer al mundo

Comer es una de las actividades humanas más paradójicas que existen. Por un lado se trata de un mecanismo simple que cubre una de nuestras necesidades básicas: la alimentación; pero por el otro se constituye como un constructo muy complejo alrededor del cual se tejen un sin fin de significados.

Comer es cultura, placer, sentimientos, fraternidad, amor, amistad, vida, muerte; todo concentrado en la mezcla de sabores que un solo bocado encierra.

 

El tema es sumamente amplio; son tantas las aristas que pueden desprenderse que iremos deshilvanando hebra por hebra hasta tener un entendimiento más profundo de todo lo que conlleva.

 

En esta primera entrada hablaremos de una perspectiva que actualmente causa mucho interés: la alimentación sustentable.

 

Cuando escuché este término, vinieron a mi mente ideas diversas entre las que destacaron la palabra orgánico, vegano, vegetariano y todo aquello que no tuviera relación alguna con productos animales.

La alimentación sustentable va mucho más allá de esto; se trata de la concientización que se crea alrededor de los alimentos que se eligen para formar parte del día a día. Comer un mango en diciembre puede parecer algo cotidiano, sin embargo, piénsalo más a detalle

 

¿Qué tuvo que pasar para que una fruta fuera de temporada, esté el día de hoy en tu mesa? ¿de dónde viene el producto?¿cuántos intermediarios tuvieron que existir para que tú puedas dar ese delicioso bocado? ¿qué fertilizantes se utilizaron para que la producción fuera la suficiente para abastecer a todas las regiones que desean mangos en diciembre? ¿cuáles y cuántos medios de transportación se invirtieron?. De esto precisamente se trata la alimentación sustentable.

Respetar al medio ambiente a través de la alimentación significa considerar  algunos  puntos y actuar en consecuencia para mejorarlos. Entre ellos destacan:

  • La temporalidad. Cada producto es característico de una época específica, por ello es mejor consumir aquellos que se obtienen por naturaleza en cada estación del año.
  • La huella de carbono. Se denomina huella de carbono a todos los gases de efecto invernadero que se producen ya sea por un individuo o la elaboración de un producto. En este caso hay que considerar si se usaron fertilizantes o no, el medio de transporte utilizado para importar o exportar e incluso si es de origen animal o vegetal ya que los primeros significan mayor desgaste ambiental.
  • La compra ética. El número de intermediarios para que el producto llegue al consumidor final puede afectar el pago justo al productor. Por ello es más recomendable comprar productos que se produzcan de manera local.
  • Hábitos de compra y consumo. La contaminación a través de alimentos también puede darse a través del proceso de descomposición. La cantidad de comida que se desperdicia produce metano y dióxido de carbono cosa que, finalmente, deteriora al ambiente. De acuerdo a una declaración hecha por el subsecretario de Fomento y Normatividad Ambiental de la Semarnat, Jorge Carlos Hurtado Valde, en mayo de este año, México desperdicia casi 20 millones de toneladas de alimento por año, lo cual no sólo significa pérdidas económicas, sino también deterioro ambiental si este desperdicio no está bien utilizado. Por tal motivo es importante comprar sólo aquello que se va a consumir, así como cuidar que las porciones que sirvamos sean las adecuadas para no generar residuos.

Otro punto importante dentro del consumo, es la conciencia relacionada con los empaques; es mejor elegir aquellos que sean biodegradables y utilizar recipientes de cocina o bolsas ecológicas al momento de hacer la compra ya que generalmente la entrega de los productos se hace en empaques plásticos.

 

La línea a seguir para llevar a cabo una alimentación sustentable es tan sencilla como compleja, pues antes que la acción significa la concientización, cosa que en la vertiginosidad de nuestro mundo actual resulta una tarea tan desafiante como aquella de comerse al mundo.

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