Capítulo 1: Una ciudad feminista es una ciudad humanista.

La ciudad tal cual la conocemos hoy en día ha sido concebida principalmente por hombres. Durante siglos el rol de la mujer al cuidado de la casa y de la familia, la relegó a un espacio doméstico. No es de sorprenderse entonces, que el diseño de nuestras ciudades como condensación del entendimiento y de las necesidades del género masculino, se vean reflejadas en siglos de arquitectura y planeación urbana. La industrialización desarrolló un modelo de ciudad en el que se creó una división del trabajo marcada por el género. Dejando por un lado, a trabajadores y por otro a las amas de casa. En este primer capítulo de la serie Ciudad y Género comenzaremos a explorar la ciudad bajo la perspectiva de género y su importancia para un desarrollo sostenible.

Hasta hace poco las mujeres comenzaron a penetrar espacios tradicionalmente masculinos dentro de la planeación urbana y la gestión de la ciudad. Sin embargo la falta de esta conciencia y visibilización de nuestras diferencias en torno al uso de la ciudad, han llevado a seguir reproduciendo este modelo. A que las niñas y mujeres internalicen que simplemente hay espacios que son para hombres; que hay horarios, calles y espacios públicos que no son para nosotras; que ganando menos por el mismo trabajo que un hombre, tenemos que invertir más presupuesto en nuestros trayectos en la ciudad si queremos sentirnos seguras, cambiando nuestros patrones de movilidad y elección de medio de transporte. Esta transición del modelo industrial a uno en el que las mujeres se incorporan a la fuerza laboral, supuso una fuerte carga social para las mujeres al adoptar un doble rol, el de trabajadoras y el de amas de casa. Por lo que la introducción de la perspectiva de género ha ido poco a poco permeando la renovación de la teoría y la práctica urbanística.

Las mujeres son la mitad de la población mundial y tenemos un rol que jugar en la creación de un mundo más próspero. Sin embargo no tendremos éxito en desempeñar este rol si las leyes nos retienen.” Kristalina Georgieva presidenta interna del Banco Mundial.

Hace tan solo una década, ningún país en el mundo otorgaba derechos iguales a hombres y mujeres ante la ley. El reporte del Banco Mundial “Mujeres, negocios y la ley” de 2019, encontró discriminación por género en 187 países.

 

 

Hoy en día, los países con mayor equidad en términos de reconocimiento legal de los derechos entre hombres y mujeres son solo 6: Suecia, Francia, Letonia, Luxemburgo, Bélgica y Dinamarca. La región que más cambios ha logrado es el Sur-Este Asiático y la región con menos avances significativos es el Medio Oriente y África del Norte. De América Latina solamente figuran dos países dentro de las mejores puntuaciones: Paraguay y Perú. La brecha salarial en América Latina y el Caribe, representa en promedio un 19% de sueldo inferior para las mujeres con respecto al de los hombres. En muchos casos las posibilidades de trabajar se encuentran limitadas a puestos administrativos, al sector informal y al trabajo doméstico cada vez más común para mujeres migrantes.

Esta incorporación masiva al mercado laboral de la mujer, conlleva implicaciones más allá de los derechos laborales y legales dentro de la esfera ciudadana. El papel que tradicionalmente, tenían con el cuidado de las familias y de personas dependientes comienza a quedar desequilibrado, por lo que esta transformación exige que la ciudad responda con nuevos servicios vinculados a los cuidados y a diferentes tipos de vivienda.

“Aún vivimos en ciudades sexistas y patriarcales […] pero ahora tenemos una oportunidad para que individuos que han sido tradicionalmente dejados de un lado como “ciudadanos de segunda clase” puedan convertirse en los personajes principales”_ Ada Colau, primera mujer alcaldesa de Barcelona.

Las alcaldesas de Barcelona y Madrid han coincidido que las ciudades del futuro “serán feministas o no serán” y que la participación ciudadana es el medio para avanzar.

Como en cualquier cambio de paradigma, los cambios institucionales son de gran relevancia, sin embargo no necesariamente se ven reflejados en la realidad de lo cotidiano. Por lo que hay que trabajar desde todas las escalas posibles y fortalecer los grupos de defensa de los derechos de las mujeres. Incorporando la perspectiva de género al urbanismo impulsada tanto como por el gobierno como por sus ciudadanos con programas colaborativos y de co-creación.

Es imposible pensar en desarrollo sostenible cuando la mitad de la población no está en igualdad de condiciones, consecuentemente para tener éxito creando ciudades igualitarias se necesita un cambio en el modelo urbano.

¿Cuáles serían entonces, los principios para una ciudad igualitaria?

Una ciudad feminista es una ciudad humanista, en tanto que revindica la diversidad social como un elemento de cohesión del espacio público incluyente; con un enfoque integrado de intervenciones urbanas, que tenga en cuenta la diversidad de personas y grupos que interactúan en la ciudad. Una ciudad que asuma el cambio social, luchando contra la segregación espacial; promoviendo una mezcla de grupos sociales, que apueste por la regeneración y la rehabilitación de zonas marginadas. Una ciudad que fomente el equilibrio ambiental y reconfigure la noción de seguridad.

 

El fortalecimiento de la democracia debe construirse en paralelo con la igualdad, integrando la perspectiva de género a cualquier modelo de desarrollo de ciudad y promoviendo el conocimiento de abajo-hacia-arriba e instaurando un conocimiento femenino ya que solo escuchándonos podremos identificar e implementar las medidas necesarias.

Tanto el urbanismo de género como el urbanismo sostenible abogan por concentrar esfuerzos e intervenciones en la ciudad consolidada. El diseño arquitectónico puede aportar desde la mejora de la legibilidad de los edificios, la apertura hacia el exterior evitando las barreras arquitectónicas, la mejora de los accesos. De igual forma el diseño de espacios públicos, desde factores que mejoren la seguridad percibida. En cuanto a la planeación urbana tendríamos que hablar de usos de suelo, densificación y un abanico de políticas públicas acordes, que tendrían que estar contempladas a manera de estrategia transversal para todas las dependencias correspondientes en el hacer de la ciudad.

 

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