El 77 Centro Cultural Autogestivo

El 77 surge por la necesidad del Foro Shakespeare -espacio independiente sin fines de lucro que genera y desarrolla proyectos de impacto social directo a través de las artes escénicas, y la música, el cine y la literatura, usando el teatro como herramienta- de tener un espacio propio donde ejercer actividades, además de las representaciones de teatro.

Conforme el proyecto de la Compañía de Teatro Penitenciario se fue transformando, sintió la importancia de acomodarse a un espacio donde poder seguir desarrollando estas actividades y metodologías de inclusión social de una manera más cercana y en un ámbito más vecinal y de territorio, y comienzan a buscar un espacio donde llevar esto a cabo.

Así nace el 77, como un espacio abierto, dinámico y de entrada libre para todo público, con una diversidad de actividades formativas y artístico culturales, y de impacto social, vecinal, reflexión y debate. Promueve la convivencia entre la ciudadanía, y fomenta el desarrollo de una cultura de paz en forma conjunta y cooperativa, democratizando el acceso a la cultura. Así, El 77 nace hace 9 años trabajando con la Compañía de Teatro Penitenciario, que tiene como objetivo la inclusión social a través de la cultura de las personas que están cumpliendo condena.

 

Todo esto se presenta como la bomba de relojería perfecta si tenemos en cuenta la unificación de fuerzas, los objetivos perseguidos y los alcanzados, y todo lo realizado durante estos años.

Tristemente, el Foro Shakespeare (en CDMX) se ha visto obligado a cerrar sus puertas, recientemente, por anunciarse la venta el edificio que lo acogió durante 35 años.

 

El trabajo del 77 se enfoca en cuatro áreas:

 

Prevención del delito: proyectos dentro de la cárcel y en Tepito, con jóvenes en conflicto con la ley.

Recuperación de espacio público: Porque el espacio público nos lo han “robado” los carros, los policías, los vendedores, los ambulantes, el crimen organizado… y se busca que la ciudadanía se encuentre y genere proyectos.

 

 

Desarrollo comunitario: tratando de tener muy clara la vinculación con el territorio donde se encuentra el 77. Trabajando con las/los vecinas/os para desarrollar actividades que estén al margen del sector cultural pero a la vez tengan una relación muy directa con las personas que se apropian del espacio.

Fortalecimiento del Sector Cultural: Apoyando a las iniciativas de investigadores, creadores, gestores y agentes de cambio para el desarrollo de proyectos de impacto.

 

“Los centros Culturales se tienen que convertir en esos lugares seguros donde poder mirarnos a los ojos y generar ciudadanía.” nos dice Jose Carlos Balaguer Paredes, su ex director quien ahora vive en Córdoba, Argentina.

 

El 77, además, cuenta con proyectos colaborativos como un huerto en la azotea (bajo esquemas de organización horizontal y que genera un laboratorio de siembra urbana para producir, consumir y ejercer soberanía alimentaria), un proyecto de gráfica (donde se generan discursos visuales críticos y se intercambian experiencias, técnicas y conocimientos); y proyectos de intercambio no mercantil como el programa de trueque cultural, que busca desarrollar nuevas formas de gestión cultural que no estén basadas en las lógicas mercantiles y que pretende volver a la esencia del trueque, intercambiando, por ejemplo, proyectos por espacios.

Otra de las facetas a destacar, es que en los últimos 4 años El 77 se posiciona como un espacio de experimentación sonora, de creación colaborativa y de proyectos autogestionados. Empezó a desarrollar una nueva manera de gestión cultural, basada en procesos horizontales, con los que se busca favorecer a colectivos que estén trabajando en proyectos transgresores y que busquen lugares y espacios que no estén significativamente posicionados dentro de la cultura oficial.

 

Gracias a las actividades productivas -como la venta de entradas de la Compañía de teatro penitenciario externa, la realización de libros de autor de edición limitada, el proyecto de gráfica, serigrafía, encargos de estampación, textiles… etc- se puede pagar y mantener el espacio y a quienes trabajan en él.

 

La Compañía de Teatro Penitenciario es muy importante para El 77 y se trabaja dentro y fuera de la cárcel. Dentro de la cárcel, hay un proyecto productivo donde los internos que están aún pagando con su libertad desarrollan obras de teatro por las cuales reciben un dinero (gracias a las entradas vendidas) y se llevan a unas 1500 personas anualmente a la cárcel. El dinero de esas 1500 personas se reparte íntegro a los presos que realizan la obra, descontando algunos costos operativos del proyecto como son, por ejemplo, el transporte a la cárcel. Para darle continuidad al proyecto, cuando los internos salen, existe un protocolo de adaptación donde, después de tres y seis meses, y diferentes pruebas de adaptación, la persona que ha recuperado su libertad, puede sumarse a la compañía de Teatro Penitenciario Externa, la cual, actualmente, se encuentra realizando funciones con el apoyo de, entre otros, el Fondo Nacional de Bellas Artes. Sus obras se han estrenado también en varios estados de México gracias al éxito de sus giras nacionales, y hasta se han presentado en el Teatro de la Ciudad de México. Todos estos logros corroboran que la Compañía de Teatro Penitenciario debería ser disfrutada y conocida por cualquier persona que se acerque a la Ciudad de México o que viva aquí.

 

El 77 Centro Cultural Autogestivo, sin duda, cristaliza la lógica de un proyecto de impacto social gracias al enfocarse, sobre todo, en la intervención directa con la realidad en la que se encuentra y, en consecuencia, llevando a cabo grandes e importantes cambios en la comunidad con la que trabaja.

 

Tuvimos el placer de que Jose Carlos Balaguer Paredes, ex director y uno de los fundadores de El 77, nos clarificara algunas dudas:

 

¿Cómo se encuentra una casa como la que alberga a El 77, es decir, cuáles son los pasos para ocupar/ reciclar/ reutilizar un espacio abandonado y darle un uso social, y cuáles las complicaciones?

 

Una vez que nos damos cuenta de la necesidad de tener un espacio, comenzamos con la labor de encontrar infraestructura cultural que esté en la Ciudad de México y sea parte del patrimonio de la ciudad y que, además, esté infrautilizada o abandonada. Pasamos dos años en ese trámite de encontrar un lugar bajo estas características y poder armar un proyecto solicitando que esa casa que era de patrimonio, se pudiera reciclar para un proyecto de impacto social. Se trata de darle uso a espacios muertos y/o abandonados. La primera complicación fue el trámite burocrático para encontrar la casa y para que nos la cedieran (tuvimos que presentar un muy buen proyecto) y luego, cuando llegamos a la casa, presentaba un total abandono de 6 años, por lo que tuvimos que empezar a intervenirla con nuestras propias manos ya que no teníamos un recurso económico específico para eso.

 

Desde tu punto vista ¿qué principales problemas de inserción social presentan los presos al salir de la cárcel? ¿Cómo se adaptan de nuevo a la sociedad además de ser parte del programa del Teatro Penitenciario?

 

Las personas que trabajan con nosotros, han pasado mucho tiempo en la cárcel;  el tipo de condenas con el que trabajamos, normalmente son más de 15 años de prisión. Durante estos 15 años de prisión que la persona está privada de su libertad, no se puede socializar y la resolución de problemas siempre suele ser de una forma violenta. Algo que tratamos desde El 77 es generarles un protocolo con metas a corto plazo, osea, elementos que ellos puedan conseguir sin mucho esfuerzo, o sin un esfuerzo muy dramático, para que se den cuenta que las formas de intervenir y la resolución de problemas se pueden llevar a cabo de formas no violentas.

 

¿Está El 77 aliado con instituciones de gobierno que ayuden/apoyen a los ex presos de alguna manera?

Obviamente, El 77 tiene relaciones por medio de convenios con la Subsecretaría del Sistema Penitenciario para poder trabajar dentro de la cárcel y, una vez fuera, intentamos tener relaciones con todas las instituciones posibles, ya que uno de nuestros objetivos es conseguir tener incidencia en la política pública. La política pública es aquella que está dirigida a la inclusión social y, por lo tanto, nosotros como organismo de la sociedad civil, tratamos de tener una incidencia clara en las políticas de reinserción social para las personas. Somos un espacio que no recibe dinero directamente, pero si busca esas alianzas estratégicas para cambiar unas situaciones que no nos gustan, que son las políticas de inclusión y reinserción en México que, claramente, están fallando en muchos sentidos.

 

¿Qué recomendarías a quienes están intentando crear un centro social o abrir un espacio dedicado a la reinserción social, cambio o mejora en la comunidad, etc?

 Sobre todo, la primera recomendación sería tener mucha paciencia, y tratar de generar un proyecto en red, que no dependa únicamente de una persona, que siempre sea un proyecto que busque generar alianzas estratégicas con otros espacios, con otros colectivos, y sobre todo con la comunidad en la que se encuentra. La comunidad, al fin y al cabo, es la que les va a defender cuando tengan problemas institucionales, con el gobierno… etc. Es la comunidad la que reconoce nuestro trabajo. En nuestro caso, son tanto los presos dentro como los presos fuera, como la comunidad de vecinas y vecinos de El 77, quienes utilizan el espacio para realizar sus actividades.

También tener claro que este tipo de proyectos son proyectos a largo plazo, no son proyectos a corto plazo, por lo tanto, tiene que haber una continuidad que es básica para que el proyecto llegue a buen puerto.

Y, por último, tener una metodología específica, objetivos muy claros y saber qué es lo que se quiere conseguir (las metas a corto y a largo plazo) y que la metodología escogida enmarque bien el conseguir estos objetivos y metas. Esto es muy importante porque, muchas veces pensamos desde organismos de sociedad civil, que esto es como “pegar una patada, entrar en una casa y empezar a hacer actividades”. Pero necesitamos saber qué actividades, tener un diagnóstico participativo de la comunidad para que esas actividades respondan a una necesidad real y no a lo que nosotros pensamos que debe pasar, sino que todo proyecto tiene que estar enfocado a responder a las necesidades que encontramos en nuestra comunidad.

 

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